domingo, 30 de enero de 2011

LA POESÍA DE ESPRIU EN CASTELLANO

Libro de Sinera (1)

Después de algún tiempo retomo la traducción de los poemas más significativos de Salvador Espriu, sin duda uno de los poetas civiles más importantes de la poesía catalana de todos los tiempos.

Les toca hoy el turno a Libro de Sinera, escrito en 1963.





VIII

Al viejo ciego preguntaba el miedo
si mi pueblo tendría futuro.
Y la boca sin labios comenzó
la carcajada que nunca se acaba.

El hacha de la luz en las cabezas.
La calle se nos volvía fragua.
Un poco de la brisa del mar
de pronto nos llegaba a los portales.

Los ojos blancos ya no estaban
frente al miedo que había hablado.
Ahora los pasos se alejan más allá
de los inmóviles, vigilantes cipreses.

Reanudábamos el sueño tenaz
--contra el buey, la serpiente, el jabalí--
de nuestra bondad difícil,
de nuestra viril dignidad,
de nuestra libertad más fiel.






XV

Asentiré con agrado pues se me dio solamente
la riqueza de un instante de limosna.
¡Si pudieran durar, sin embargo,
la luz detenida, el orden claro
de los cipreses, las viñas, los sembrados,
nuestra lengua, la lenta mirada
sobre cada cosa que he querido!

Rodeados de miedo, en medio del hielo
de burlar y risas de bufones,
hemos dicho las palabras que son la sangre
de este viejo pueblo que queremos salvar.

No quedan surcos en el agua, ningún signo
de la barca, del hombre, de su paso.
El extraño trapero llena el saco
de jirones de recuerdos y se va,
bajo la oscura lluvia, más allá del torbellino,
por los largos caminos que se borran en el mar.


XVIII
No se entendía la canción de la noche
de tan claras como eran las palabras.

"Consientes en vender por migas de oro
el antiguo solar donde alzaste tu casa.
Impones a los hijos, pues los quieres señores,
ásperos guisos de un idioma extraño.
A ras siempre de tierra, tu hocico
se afina hozando entre las basuras.
El amo te sacude el lomo diariamente
y hace de él blanco sumiso de escupitajos.
Gruñes de placer y te inclinas humilde
bajo el látigo y las burlas más soeces"

Del mar llegaba el canto más áspero
de una voz airada que no se cansa nunca.
desde muy lejos voló como una halcón
de extendidas alas anchas.
Entraba largamente en el cobertizo
del jardín de los cinco árboles.






XXIV

Cuando la luz que nace en el fondo del mar
comienza justo a temblar por levante,
he mirado esta tierra,
he mirado esta tierra.

Cuando por la montaña que cierra el poniente
el halcón se lleva la claridad del cielo,
he mirado esta tierra,
he mirado esta tierra.

Mientras resuella el aire enfermo de la noche
y murmuran en los caminos bocas de oscuridad,
he mirado esta tierra,
he mirado esta tierra.

Cuando la lluvia trae el olor del polvo
de las ásperas hojas de los aloes lejanos,
he mirado esta tierra,
he mirado esta tierra.

Cuando el viento habla en la soledad
de mis muertos que ríen de estar siempre juntos,
he mirado esta tierra,
he mirado esta tierra.

Mientras envejezco en el continuo esfuerzo
de pasar el arado sobre los recuerdos,
he mirado esta tierra,
he mirado esta tierra.

Cuando el estío derrama por el dormido campo
el amplio silencio que extienden los grillos,
he mirado esta tierra,
he mirado esta tierra.

Mientras comprendían sabios dedos de ciego
cómo el invierno desnuda el sueño de los sarmientos,
he mirado esta tierra,
he mirado esta tierra.






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